Desde hace tiempo vivimos en un mundo en el que nada es constante y los acontecimientos empresariales resultan impredecibles. Es lo que se viene denominando entorno VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo). En este nuevo escenario resulta especialmente valiosa la capacidad del líder para gestionar las emociones, no solo las propias, también las de las personas que dirige.
La Volatilidad incide en que tanto la cosas y situaciones como las decisiones duren muy poco, la Incertidumbre implica que el pasado no proporciona pistas para proyectar el futuro, la Complejidad de este nuevo mundo tan interrelacionado e interdependiente, favorece que cualquier acontecimiento, por pequeño que sea, pueda impactar en el negocio de forma disruptiva y la Ambigüedad que hace que nada sea meridianamente claro.
En este nuevo entorno ya no son adecuados los estilos de liderazgo aplicados hasta ahora. Ante este escenario tan incierto y complejo crece el sentimiento de inseguridad, que no es más que una manifestación de la emoción miedo, y el miedo, provoca reacciones que, en general, no son adecuadas para afrontar los retos a los que se enfrenta cualquier líder actualmente y que son la lucha, la huida o, muy extendida en el entorno empresarial, la paralización.
Esta nueva realidad también tienen afecta la forma en que los líderes hacen frente a los acontecimientos.
A principios del siglo XX, en plena era industrial, la figura directiva estaba encarnada por el manager, una persona que ejercía el control, que estaba orientado a la tarea, era una persona que "sabía", y no practicaba el feedback con sus subordinados. Los procesos eran básicamente sistemáticos.
Si avanzamos hasta 1990 nos encontramos con un estilo de liderazgo más adecuado para la denominada era de la información, se trata del líder transformacional, orientado a las personas, que considera que es el grupo el que sabe, utiliza el feedback unidireccional y ejerce un liderazgo visionario. Este tipo de liderazgo, el que más abunda en la actualidad, comienza a tener problemas cuando los elementos del mundo VUCA hacen su aparición, ya que a veces no basta con el conocimiento del grupo: las estructuras establecidas comprimen en muchas ocasiones la reactividad necesaria para adaptarse a la nueva necesidad.
A principios del siglo XXI, hace su aparición el Neurolíder, para dar respuesta a la era de la imaginación. Ya no es suficiente con la información, tenemos que fomentar la creación de ideas, el cerebro. Así, la neurociencia comienza a demostrar cómo funcionamos y qué podemos hacer para aportar mayor imaginación, la pregunta pasa a ser ¿quién sabe? y eso provoca que las estructuras pasen de ser jerárquicas a matriciales, se necesita el feedback multidireccional y los líderes deben ser especialmente creativos.
En efecto, la respuesta que debemos dar a este mundo cambiante pasa por establecer un Neuroliderazgo Emocional que consiste en:
En definitiva, frente a la Inseguridad es necesario fomentar la Gestión Emocional, a través de la comprensión de cómo funcionamos bajo la influencia de determinadas emociones y cómo evitar el secuestro emocional. Estas acciones convertirán al Líder en un Neurolíder Emocional, capaz de hacer frente a las exigencias del mundo en que vivimos.
Algunas de las principales herramientas y habilidades a desarrollar para desplegar un Neuroliderazgo emocional son:
Dos estilos de liderazgo y sus consecuencias en el equipo y en los resultados.
Un líder que solo es capaz de utilizar emociones negativas (NEAs) y por lo tanto solo busca activar el cumplimiento de tareas, producirá una falta de buenas relaciones entre los miembros del equipo, que estará desmotivado y se limitará al puro cumplimiento de las tareas asignadas.
Por el contrario un Neurolíder Emocional que, además de saber adaptarse a las necesidades del mundo VUCA, aprende a gestionar de forma adecuada las emociones de su gente, busca que se desarrollen relaciones eficaces entre ellos, que inspira y apoya a los suyos, fomenta la creatividad y potencia la gestación de nuevas ideas y, solo en caso necesario, utiliza la exigencia de cumplimiento de tareas, tendremos unos mejores resultados.
En definitiva, el Neurolíder Emocional innova, colabora, rinde, agiliza y gestiona las emociones, propias y las de su equipo, y con eso consigue: mejores resultados, colaboradores más felices y satisfechos y mejores condiciones para competir.
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Artículo revisado. Publicación original 23 de enero de 2020