Sin conflicto, no hay progreso.

Sin conflicto, no hay progreso

El conflicto es necesario para sobrevivir. Nace de la toma de conciencia de una imperiosa necesidad de cambio. Probablemente, uno de los primeros conflictos que tengamos que afrontar sea el momento en que nuestro tamaño llega a ser demasiado grande para permanecer en el plácido vientre materno y buscamos una solución, una salida.

El conflicto planteado así, como necesidad de cambio personal o grupal, se convierte en un estímulo para la creatividad.

 

Todo conflicto está formado por una parte racional u objetiva, y una parte emocional o subjetiva. Suele ocurrir que este último componente es el que resulta más difícil de resolver. La parte racional, de tener solución posible, es relativamente fácil de abordar mediante un acuerdo, aunque a veces sea necesario el arbitraje de alguna persona experta. Sin embargo, cuando en el conflicto existen elementos emocionales, cosa que suele ocurrir en muchas ocasiones, no resulta tan sencillo dirimir las discrepancias, aunque participe un mediador emocional.

 

Como hemos comentado, el conflicto se basa en la toma de conciencia de una necesidad de cambio, y gracias a la neurociencia sabemos que todo cambio es vivido en mayor o menor grado como una amenaza a nuestra supervivencia, que en la actualidad representa un impacto a nuestro estado de equilibrio o zona de confort. Esta sensación de amenaza activa nuestras amígdalas, las centinelas de la supervivencia que, a su vez, activan el córtex cingulado anterior, como respuesta a la discrepancia entre las expectativas y la situación real que estemos viviendo.

La subsiguiente inhibición del córtex prefrontal, responsable de la toma de decisiones y de las funciones cognitivas, junto con la intervención del centro de recompensa (núcleo accumbens) buscado recuperar cuanto antes nuestro equilibrio, harán que aparezca alguna de las típicas reacciones que solemos realizar en situaciones que consideramos de peligro, es decir, que luchemos, si nos sentimos más fuertes que la amenaza, que huyamos, si por el contrario nos vemos más débiles, o que nos paralicemos, actuación muy frecuente en el entorno laboral y de negocios, es decir, que no reaccionemos, no hagamos nada.

¿Cuántas veces nosotros o alguna persona de nuestro entorno, sea esta colega, subordinado o con mayor responsabilidad que nosotros, se le quedan decisiones pendientes durante un periodo anormalmente largo? Es posible que no se tome la decisión porque se esté viviendo con una amenaza. En el fondo, no reaccionamos frente al conflicto porque estamos bajo la influencia de la emoción “miedo” en alguna de sus versiones (miedo = preocupación, inquietud, estrés, ansiedad…).

Además, podemos estar sufriendo un bloqueo o “secuestro emocional”, que se da cuando la emoción descrita es vivida con tal intensidad que bloquea la respuesta del córtex prefrontal, y toda nuestra reacción a la supuesta amenaza queda a merced de los cerebros reptiliano y límbico, es decir, reaccionamos de forma instintiva e inconsciente. Y a los “pensamientos” inconscientes e instintivos tenemos que hacerles caso, siempre, pero matizados y modulados por nuestro cerebro pensante, por el córtex prefrontal.

Esta situación descrita es muy frecuente en situaciones en las que la persona se ve sometida a un estrés importante, cosa que ocurre con demasiada frecuencia en nuestra vida, laboral y extralaboral.

El estrés influye de forma negativa en nuestra capacidad de tomar decisiones de la siguiente forma:

  1. Provoca en enfoque a corto plazo
  2. Aumenta la influencia de las emociones
  3. Dificulta la consideración de alternativas y sus consecuencias: disminuye la capacidad creativa

Para gestionar de forma adecuada los conflictos tenemos que utilizar diversas herramientas de nuestro bagaje emocional:

  1. Autoconciencia emocional: reconocer y comprender las propias emociones
  2. Autorregulación emocional: controlar y modular las emociones propias
  3. Empatía: comprender y ayudar a los demás
  4. Control cognitivo: regular tus propios pensamientos
  5. Resolución de problemas: identificar y abordar los problemas de forma eficaz y creativa
  6. Comunicación asertiva: expresar tus necesidades de forma adecuada para los demás

Todas esta herramientas y otras que forman parte de la inteligencia emocional, junto a otros factores como el ejercicio regular y la gratitud, entre otras, pueden ayudarnos a gestionar de forma adecuada los conflictos evitando que se enquisten y acaben siendo un serio problema a nivel personal y para la empresa.

Nuestras sesiones de “Gestión de Conflictos” abordan de forma práctica todos estos aspectos, necesarios para un funcionamiento adecuado y saludable. Si estas interesado, nos tienes a tu disposición.

 

Luis Santamaria– Psicólogo coach

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