Resiliencia (II): Decálogo de Características de la Persona Resiliente

Maria Callas, una de las mejores voces del siglo XX, fue una niña que se consumía por carencias afectivas en un orfanato de Nueva York. Georges Brassens fue un chico descarriado que, gracias a un profesor de bachillerato, descubrió la poesía, a través de la cual canalizó su rebeldía…

Estos son solo dos ejemplos de resiliencia que se citan en el libro “Los Patitos Feos” de Boris Cyrulnick, que es probablemente la voz más consistente para hablar de esa cualidad, y su mayor divulgador.

Según Cyrulnick, “La resiliencia no es un catálogo de cualidades que pueda poseer un individuo. Es un proceso que, desde el nacimiento hasta la muerte, nos teje sin cesar, uniéndonos a nuestro entorno.”

(Este artículo viene del anterior publicado en este blog: Resiliencia (I): ¿La respuesta a la crisis del coronavirus?)

Pero ¿Qué es la resiliencia?

Resiliencia es la capacidad de los seres humanos para superar períodos de dolor emocional y situaciones adversas, saliendo fortalecidos de ellas.

La doctora Rafaela Santos, neuropsiquiatra, Presidenta del Instituto Español de Resiliencia, propone: “Hay que trabajar el desarrollo de la resiliencia como la capacidad de saber afrontar las adversidades de la vida y fortalecerse; no solamente resistir, aguantar, sufrir…, sino aprender que forman parte de la vida

Es decir, que las adversidades forman parte inseparable de la vida y la resiliencia no es algo con lo que se nace, sino que se tiene que “trabajar para desarrollarla” y favorecer que sea la respuesta adecuada.

¿Qué nos dice la neurociencia sobre la resiliencia?

La neurociencia considera que las personas con mayor grado de resiliencia se comportan de forma más emocionalmente equilibrada frente a las situaciones estresantes, soportando mejor la presión. Esto les hace sentir una sensación de control frente a acontecimientos adversos y una mayor capacidad para afrontar esas situaciones difíciles y estresantes.

Desde un punto de vista más biológico, la resiliencia produce también una respuesta a nivel neurofisiológico y endocrino, como reacción a estímulos ambientales.

Se ha constatado que el simple hecho de recordar un trauma o una situación de estrés, así como vivirlo, produce activaciones de diversas partes del cerebro, en concreto de las áreas responsables de la memoria y la vigilancia: en primer lugar, de los núcleos de la amígdala, del hipocampo, y un poco más tarde, del córtex pre-frontal.

Se produce una activación bidireccional entre cada uno de los tres elementos cuerpo-mente-emoción, en la que cualquier recuerdo de una situación estresante provocará una reacción de nuestro cuerpo, y cualquier situación física en la que experimentemos sufrimiento activará nuestra mente, y ambas darán lugar a una respuesta emocional.

El sufrimiento psicológico provocará en nosotros modificaciones bioquímicas, que se pueden detectar en los análisis de saliva, por ejemplo, entre las que destaca el aumento del cortisol, que indica un incremento de la vigilancia o del estado de hiperalerta, así como de la focalización en el problema.

El exceso de cortisol implica: déficits en el desarrollo y la reproducción celular, así como en la reducción de respuestas inmunes adecuadas. Esto explicaría (al menos parcialmente) lo observado en gente sometida a estrés intenso o de larga duración: disminución del pensamiento asertivo, menor creatividad y proactividad, frecuencia de ideas estereotipadas (repetición de esquemas), así como disfunciones sexuales.

Además, en estas circunstancias, nuestro cerebro activa el sistema neuronal de cumplimiento (TPN) (TPN: siglas en inglés por su nombre técnico que es Task Positive Network), que nos pone en modo cumplimentar formularios, seguir protocolos y sobre todo no arriesgar, hacer las cosas según lo establecido para protegernos. Es el sistema que se activa en situaciones de peligro, como respuesta de supervivencia, en momentos en los que nuestro cerebro considera que no debemos malgastar tiempo y energía en buscar nuevas soluciones, que tenemos que hacer lo que sabemos que funciona. Este sistema es necesario para sobrevivir en situaciones de peligro, pero mantenerlo activado de forma constante, como ocurre cuando estamos sometidos a un fuerte estrés o a situaciones dramáticas continuadas, resulta dañino para nuestra salud y frena nuestra capacidad de aprender en situaciones en las que se requiere una respuesta innovadora.

En síntesis: el cortisol atenta contra la resiliencia. Fortalecer nuestra resiliencia también repercute por tanto en el estado de salud física.

Cuando conseguimos conectar con nuestro entorno, con las personas que nos rodean y que suponen un referente, o nos planteamos la dificultad que nos asalta como un reto al que tenemos que hacer frente, nuestro cerebro advierte que estamos ante una situación de entrenamiento, de aprendizaje, y activa otros sistemas y circuitos que nos ayudan a salir reforzados de la situación.
Nos estamos refiriendo al sistema oxitocina-dopamina-serotonina y a las endorfinas, sustancias que favorecen la relación con otras personas, nos dan energía para repetir lo que nos favorece y nos proporcionan bienestar, a la vez que nuestro cerebro activa el sistema neuronal de creatividad (DMN) (DMN: siglas en inglés por su nombre técnico que es Default Mode Network), que activa las conexiones cerebrales, favorece la neuroplasticidad, es decir, la creación de nuevos circuitos o nuevas respuestas a las circunstancias, y todo ello en un entorno de apertura mental a nuevas ideas. Es evidente que este estado es el adecuado para actuar de forma resiliente o, dicho de otra manera, sin este estado no es posible ser resiliente.

Este sistema de creatividad es antagónico con el sistema de cumplimiento, y es lógico ya que, o bien estamos salvándonos de una situación en la que peligra nuestra supervivencia, o bien estamos ideando formas nuevas de resolver situaciones. La primera opción es tan fuerte, y la tenemos tan arraigada, que anula cualquier otra opción. Así que lo primero que debemos hacer para no estar bloqueados frente a los retos constantes que nos plantea la vida, es activar nuestro sistema neuronal de la creatividad. El contacto con otras personas que apreciemos, la alegría, el pensar en positivo, son algunas de las formas que tenemos para activarlo.

Decálogo de características de las personas resilientes

Las personas que han mostrado tener un alto nivel de resiliencia muestran una serie de características que les han permitido comportarse de esa forma, hemos seleccionado las diez que consideramos más importantes en el siguiente decálogo:

En conclusión

La resiliencia puede y debe ser la respuesta a situaciones complejas y difíciles como la que estamos padeciendo a nivel global, pero la resiliencia no nos viene de serie, tenemos que trabajarla, no dejarnos llevar por la rutina o lo que ya sabemos y hacemos, sino que debemos salir de nuestro entorno de confort y afrontar con entusiasmo, con ganas, los retos diarios que se nos presenten, en ésta o en cualquier otra situación traumática.

Las características descritas en este documento ayudarán a ser más resilientes, pero para que se produzca este comportamiento es preciso que la persona que ha sufrido un trauma psicológico o una situación dañina, como la que ha traído el coronavirus, sea o se sienta acogida por un entorno emocionalmente favorable.

Como reflexión final:
• Procuremos mantener el contacto con el máximo de amigos y seres queridos, aunque sea telemáticamente.
Gestionemos nuestras emociones, moderando las desagradables o negativas (miedo, rabia, tristeza…) y fomentando las agradables o positivas (alegría, satisfacción, amor, …)
• Con ello activaremos las soluciones que tenemos programadas en nuestro sistema cuerpo-mente-emoción y que hemos comentado a lo largo de este artículo.
• Mantengamos la esperanza y el optimismo como antídoto contra los miedos que se generan en una situación como la que nos ha tocado vivir.

Si seguimos estas pautas para desarrollar nuestra capacidad de resiliencia, con toda seguridad saldremos adelante habiendo aprendido, habiéndonos convertido en personas más fuertes y resilientes.

Luis Santamaria – Psicólogo-Coach

 

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